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Resuelven el misterio del origen de la peste negra, la peor pandemia de la historia

La peste negra arrasó con más de un tercio de la población europea, pero cómo se había originado todavía era un rompecabezas para la comunidad científica. 700 años después de la aparición de la enfermedad, los dientes de unos antiguos pobladores de Kirguistán, en Asia Central, han revelado las respuestas sobre las primeras cepas de la bacteria que provoca la peste y sobre el inicio de su expansión por el continente.

Hace años, una serie de tumbas en un pueblo en el norte de Kirguistán llamó la atención de los arqueólogos. Concretamente eran dos cementerios del s. XIV Kara-Djigach y Burana, que tenían un número inusual de fallecidos, por encima de lo que se consideraría habitual. Esa fue la primera pista que, años después, llevaría a desvelar el origen de la peste, la enfermedad que mató a decenas de millones de personas en Europa y Asia.

Se trata del resultado de un trabajo conjunto entre la Universidad de Stirling, en Reino Unido, la Universidad de Tübingen y el Instituto Max Planck, de Alemania, publicado el 15 de junio en la revista ‘Nature‘. La investigación les llevó a analizar los restos humanos de este cementerio, particularmente los que, en sus lápidas, nombraba una «pestilencia». 

Bingo: en tres de los individuos estudiados, hallaron la bacteria Yersinia pestis, el patógeno responsable de la enfermedad. Sin embargo, no era cualquiera Y. pestis: después de secuenciar su genoma y compararlo con los de bacterias posteriores, concluyeron que ese ejemplar se trataba de la variante original. 

El árbol genealógico de la bacteria de la peste

«Es como encontrar el lugar donde todas las variantes se juntan. Igual que con el coronavirus tenemos Alfa, Delta, Ómicron, todas provenientes de la variante de Wuhan», explicaba Johannes Krause, genetista del Instituto Max Planck y codirector del estudio. Es decir, que ese cementerio de Kirguistán, o al menos la región alrededor de las montañas de Tian Shan, son el Wuhan de la peste negra. 

Los estudios genómicos mostraron cómo la variante hallada en los dientes del cementerio son ancestros directos de la mayoría de variantes que todavía existen hoy en día y que siguen existiendo en los reservorios de roedores, desde donde saltó la bacteria originalmente en el s. XIV.

Además, a finales de esa centuria hubo lo que Krause describe como un ‘big bang’ de variantes que provocaron oleadas de enfermedad a lo largo de los siglos, mientras que el genoma encontrado en Kirguistán, de 1338 o 1339, es anterior a esa explosión genética.

De hecho, el momento en que se fecha la llegada de Y. pestis a Italia, desde donde se propagaría por el resto de Europa, es 1347. La plaga desembarcó de naves mercantes procedentes del Mar Negro, donde la enfermedad ya había llegado empujada por la comercial Ruta de la Seda.

Sin embargo, muchas de las teorías del origen de la peste negra apuntaban que China era el primer epicentro de lo que luego sería una pandemia, ya que el gigante asiático es la casa de la mayoría de variantes actuales. Una teoría ahora desbancada. 

La peste, la primera y mortífera pandemia

Las cifras difieren, pero todas apuntan que la peste negra, técnicamente llamada peste bubónica, asoló Europa y Asia sin piedad. Los más conservadores apuntan que se cobró la vida de un 30% de la población europea, pero otros estudios hablan del 50% o del 60%. Esta enfermedad, que inflamaba los ganglios linfáticos, afectaba los pulmones y provocaba altas fiebres, se considera la protagonista de la primera gran crisis de salud pública global.

De hecho, fue la primera vez que se instauraron cuarentenas para aislar a los enfermos, en un primitivo intento de instaurar medidas epidemiológicas contra la enfermedad, y se cerraron accesos a ciudades según el origen de los viajeros, algo que tiene ecos de la actual pandemia de Covid-19. 

Además, todavía sin herramientas científicas que permitieran comprender que la peste la provocaba un microorganismo como una bacteria, se creía que era un castigo divino que contagiaba a las personas a través de los «humores» y las «miasmas», unas emanaciones del inframundo. De hecho, varias sociedades cristianas tomaron como chivo expiatorio a la población judía, a quienes culparon de diseminar deliberadamente la enfermedad, provocando el hostigamiento y desplazamiento de decenas de comunidades. 

700 años después, no hemos cambiado tanto: la falta del conocimiento exacto del origen del SARS-CoV-2 alimenta las teorías del contagio intencional desde un laboratorio chino y también la xenofobia contra la población asiática que tanto se extendió en 2020.

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